#ElPerúQueQueremos

Indignante cartel en baño del Yacht Club de Ancón.

Chola de mierda.

¡Serrano!, ¡Cholo de mierda!, ¡Indio tenías que ser! ¿Les resulta familiar?, pues tengo que decir que siempre escucho, al menos un vez en la semana, algunas de éstas viscerales y malditas frases que nos tienen condenados a la discriminación racial.

Publicado: 2015-02-20

Ya no resulta sorpresivo o indignante este tipo de titulares: “Colocan baño especial para empleadas del hogar en ´exclusivo´ centro de esparcimiento en conocida playa”. 

¿Por qué? ¿Qué pasó con nuestra capacidad de indignación y repudio ante este tipo de hechos? ¿Será que no queremos ser hipócritas? ¿En algún momento pensaste decirle estas frases a alguien más? ¿Alguna vez lo hiciste? ¿Oíste a alguien decirlas y no dijiste nada?

Lo cierto de todo esto es que varias trabajadoras del hogar tuvieron que utilizar este “baño especial”. Tuvieron que tragarse el orgullo – y mucha saliva- para salir de este espacio y aparentar que todo andaba de maravillas. Pensaron – quizás- que esta sociedad jamás podría cambiar, que su condición de empleada la obligaba a aceptar estas injusticias y que no podría quejarse ante nadie. Se lavaría las manos, se echaría un poco de agua en la cara y seguiría su camino. Y aún no acaba el día.

¿Podemos medir el daño sicológico y moral que ha sufrido esta persona – no solo por esta situación- sino, durante toda su vida? ¿Creemos realmente que este problema no proviene de un tema mucho más amplio? ¿Por qué aún se mantienen estas actitudes discriminatorias en nuestro “inclusivo” país?

No cometamos el error de cerrar los ojos y taparnos la boca. La desigualdad que existe en nuestro país – y en el mundo- es un reflejo de la discriminación que se ejerce desde las esferas más altas del poder. ¿Recuerdan el caso de nuestra “defensora de los D.D.H.H.” la ex ministra Carmen Omonte? ¿Cuántas personas, como ella, no les pagan los beneficios laborales o el seguro social a sus empleadas domésticas?

El 12 de febrero, el reconocido violinista Máximo Damián falleció en una habitación del décimo piso en el hospital Rebagliati. Este talentoso músico ayacuchano sintió – hasta el momento de partir- la fatalidad de no contar con dinero e influencias para salvarse del mal que por más de 40 años lo aquejó, la diabetes. A pesar que era de conocimiento público su situación económica y de salud, en ninguna oportunidad el Ministerio de Cultura se pronunció o se hizo presente, solo en el momento del funeral. Uno de los mejores amigos de José María Arguedas, falleció sin el menor honor o reconocimiento público mientras aún contaba con vida.

La vida en la capital es dura. Las personas quechua hablantes tienen que sobrellevar con buen ánimo incómodas situaciones al querer comunicarse con un trabajador de una empresa del estado que no tiene conocimientos del quechua. ¿Será complicado tratar de realizar un papeleo en esta ciudad donde solo 1 de cada 10 limeños habla el idioma quechua?

La cultura del “choleo” seguirá. El abuso a las personas de condición humilde y con pocas oportunidades seguirá. Todo esto seguirá si no se cambian las reglas de juego.

¿Cuáles son? Para empezar, podremos darnos cuenta que las personas que sufren de estos casos de discriminación son – definitivamente- de condición humilde, que no han tenido la oportunidad de desarrollar sus habilidades para poder obtener un mejor trabajo, en consecuencia, una mejor calidad de vida. Aprovechándose de esta debilidad, vemos que son justamente los que sí pudieron obtener estas oportunidades los que abusan de estas personas.

Este modelo económico nos está remarcando aún más las llagas. Esta desigualdad está aceptando descaradamente que más personas sean injustamente maltratadas. ¿Será que no nos queremos dar cuenta?


Escrito por

Andrea Ayanz

Periodista por necesidad.


Publicado en

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